Este pequeño pueblo del Concejo de Cabrales tiene el ¿honor? de ser el único de Asturias sin acceso rodado. Hace ahora justamente diez años entró en funcionamiento el Funicular (“El Topu”) que, por el túnel y en apenas diez minutos deja a los viajeros a un corto y llano paseo de distancia hasta el barrio de la Villa (Bulnes de abajo). Hasta entonces el único acceso era a pie, ascendiendo por La Canal del Texu por un estrecho, empinado a ratos y bastante aéreo sendero.
Supongo que para los vecinos, teniendo en cuenta que el funicular lo tienen gratis, este camino habrá pasado a la historia. No así para el resto de la gente ya que se suele ver bastante concurrido. Unos subirán por él por el simple hecho de disfrutar del paisaje (espectacular) y, otros, por el precio del billete, bastante disuasorio sobre todo si se va en familia (creo que el billete de ida y vuelta anda por los 20 euros y, el viaje simple, por los 16).
Recuerdo que la primera vez que subí por este camino (faltaban dos meses para la inauguración del funicular), al llegar a Bulnes me llamó la atención la cantidad de burros que se veían pastando a la entrada del pueblo. Evidentemente los utilizaban para subir la carga desde Poncebos. Después de aquella primera vez he vuelto otras tres veces (confieso que una de ellas en el “topu”, por probarlo) y … ya no había burros. El Funicular, además del vagón de pasajeros, lleva detrás una plataforma en la que pueden subir y bajar pequeños tractores con su remolque.
Yo no sé si este remonte mecánico no ha llegado demasiado tarde, desde el punto de vista de ayuda al mantenimiento del modo tradicional de vida ya que es poca gente la que reside de forma fija y, los negocios de hostelería y hospedaje han crecido de forma exponencial (sobre todo en Bulnes de Abajo y no tanto en el barrio de Arriba o del Castillo), hasta el punto de que tengo la impresión de que en cada casa del pueblo hay algún bar, restaurante u hospedaje regentados, en algún caso, por gente que no son naturales del pueblo pero que han montado allí sus negocios contando con la belleza natural del paisaje y con la facilidad (potencial) de acceso que proporciona el funicular. Sin embargo, se quejan de los precios y de que la gente llega, se da un paseo, consume poco y se vuelve. Unos precios más baratos masificarían la zona y, sinceramente, creo que Bulnes perdería el encanto que aún le queda.
Recomiendo al que se acerque por allí, que haga el esfuerzo de subir andando por el camino ancestral (salvo que su salud no se lo permita) y, al tiempo que va disfrutando del paisaje, piense en lo dura que ha debido ser la vida para los habitantes de Bulnes y, según estoy escribiendo esto, recuerdo las cosas que nos contaba un “veterano” de un pequeño pueblo riojano al que la carretera llegó a raíz de hacerse unas prospecciones petrolíferas. Entre otras cosas nos contaba que los inviernos solían ser, además de largos, durísimos y que más te valía no ponerte enfermo porque, si era de cierta gravedad, ibas listo. Nos recordaba el caso de una mujer del pueblo que, embarazada, al llegar el momento del parto, el asunto se torció hasta el punto que hubo que ir a buscar al médico a San Millán, monte abajo. Y nevaba como solía nevar entonces. Tuvieron que salir todos los hombres del pueblo armados de palas para abrir el camino para que, el médico, a caballo, pudiese llegar. La nevada era tal que, para cuando abrían el camino hacia adelante, se les iba cerrando por detrás.
Supongo que para los vecinos, teniendo en cuenta que el funicular lo tienen gratis, este camino habrá pasado a la historia. No así para el resto de la gente ya que se suele ver bastante concurrido. Unos subirán por él por el simple hecho de disfrutar del paisaje (espectacular) y, otros, por el precio del billete, bastante disuasorio sobre todo si se va en familia (creo que el billete de ida y vuelta anda por los 20 euros y, el viaje simple, por los 16).
Recuerdo que la primera vez que subí por este camino (faltaban dos meses para la inauguración del funicular), al llegar a Bulnes me llamó la atención la cantidad de burros que se veían pastando a la entrada del pueblo. Evidentemente los utilizaban para subir la carga desde Poncebos. Después de aquella primera vez he vuelto otras tres veces (confieso que una de ellas en el “topu”, por probarlo) y … ya no había burros. El Funicular, además del vagón de pasajeros, lleva detrás una plataforma en la que pueden subir y bajar pequeños tractores con su remolque.
Yo no sé si este remonte mecánico no ha llegado demasiado tarde, desde el punto de vista de ayuda al mantenimiento del modo tradicional de vida ya que es poca gente la que reside de forma fija y, los negocios de hostelería y hospedaje han crecido de forma exponencial (sobre todo en Bulnes de Abajo y no tanto en el barrio de Arriba o del Castillo), hasta el punto de que tengo la impresión de que en cada casa del pueblo hay algún bar, restaurante u hospedaje regentados, en algún caso, por gente que no son naturales del pueblo pero que han montado allí sus negocios contando con la belleza natural del paisaje y con la facilidad (potencial) de acceso que proporciona el funicular. Sin embargo, se quejan de los precios y de que la gente llega, se da un paseo, consume poco y se vuelve. Unos precios más baratos masificarían la zona y, sinceramente, creo que Bulnes perdería el encanto que aún le queda.
Recomiendo al que se acerque por allí, que haga el esfuerzo de subir andando por el camino ancestral (salvo que su salud no se lo permita) y, al tiempo que va disfrutando del paisaje, piense en lo dura que ha debido ser la vida para los habitantes de Bulnes y, según estoy escribiendo esto, recuerdo las cosas que nos contaba un “veterano” de un pequeño pueblo riojano al que la carretera llegó a raíz de hacerse unas prospecciones petrolíferas. Entre otras cosas nos contaba que los inviernos solían ser, además de largos, durísimos y que más te valía no ponerte enfermo porque, si era de cierta gravedad, ibas listo. Nos recordaba el caso de una mujer del pueblo que, embarazada, al llegar el momento del parto, el asunto se torció hasta el punto que hubo que ir a buscar al médico a San Millán, monte abajo. Y nevaba como solía nevar entonces. Tuvieron que salir todos los hombres del pueblo armados de palas para abrir el camino para que, el médico, a caballo, pudiese llegar. La nevada era tal que, para cuando abrían el camino hacia adelante, se les iba cerrando por detrás.
Aquí el enlace al video subido a Youtube
http://www.youtube.com/watch?v=ECh__DPVqvM
Y, aquí unas cuantas fotos del camino


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